La masonería moderna o especulativa nació en Londres el 24 de junio de 1717, y en 1723 vieron la luz las Constituciones de Anderson. La primera Logia en España fue fundada en Madrid el 15 de febrero de 1728 por el duque de Wharton, quien al fallecer fue enterrado en el Monasterio de Poblet.
La francmasonería es un movimiento espiritual en el que todas las tendencias y convicciones, que promuevan el mejoramiento moral y material del género humano, tienen cabida. No es órgano de ninguna tendencia política o social, sino que se dedica a estudiar desinteresadamente todos los problemas que afectan a la vida humana, con el objetivo de construir una existencia más fraternal.
La francmasonería reconoce como base de su trabajo un principio superior e ideal, comúnmente conocido como el Gran Arquitecto del Universo. No promueve ni combate ninguna creencia religiosa. Al contrario, fomenta la libre investigación de la verdad, y exige de sus miembros un despertar del espíritu y una inquietud constante por investigar la causa suprema. Los espíritus adormecidos, que no sienten esa inquietud, no pueden pertenecer a la Institución.
Aunque la francmasonería respeta todas las creencias religiosas, no otorga a ninguna de ellas privilegios especiales sobre las demás. Por tanto, exige a sus miembros la más absoluta tolerancia hacia todas las creencias y opiniones honestamente profesadas. Quien no sea capaz de ejercer esta serenidad de ánimo, no debería ser masón.
La francmasonería acata las instituciones legítimas de su país y dedica sus esfuerzos a trabajar por la paz entre los pueblos, condenando cualquier forma de violencia que conduzca a la guerra.
A lo largo de su historia, la masonería ha contado con la participación de hombres célebres e influyentes. Pese a la hostilidad que ha enfrentado, sigue siendo una asociación legítima y respetable. Desde su fundación en 1717, ha atraído a personas que buscan un sentido profundo de la vida y aspiran a construir un mundo mejor y más hermoso.